miércoles, 30 de junio de 2021

Ok...

Hace diez años, en secundaria, conocí a mi mejor amiga. Nunca antes me había sentido así al conocer a alguien, nunca sentí miedo, vergüenza o ganas de no ser yo mismo y de estar a su lado, de compartir tiempo con ella. A lo largo de mi vida hemos pasado grandes momentos, hemos llorado, reído y conversado sobre muchas cosas. 

A lo largo de los años nuestra amistad fue un vaivén de momentos raros. Nos dejábamos de hablar por meses y luego volvíamos a retomar conexión. Es raro, porque no fue hasta hace poco que me di cuenta lo arrepentido de haberme alejado de esa manera en todos esos momentos. 

Desde que la conozco siempre vi algo maravilloso en ella, leía libros a una velocidad increíble y siempre suele tener algo nuevo que contarme. Adoro escucharla, oír su voz e imaginar sus historias. Perderme al escuchar música con ella. Verla disfrutar de lo que más ama. Cada vez que ella lloraba o se sentía triste sentía que algo se rompía en mi, por no poder ayudar, por no saber como hacerlo. Era de esperar, siempre fui un chico torpe y no solía darme cuenta sobre como entender las emociones de los demás. 

A inicios de este año gracias a la pandemia he podido ser introspectivo sobre mis propios sentimientos, he podido expresar cosas que nunca he sabido como hacerlo. He podido hablar con ella de manera sincera. Hace unas semanas, sentados en una banca en un parque estuvimos hablando, me sentía de una manera rara. Me di cuenta que tras todos estos años, siempre estuve profundamente enamorado de ella y lo único que hacía era evadir ese sentimiento porque pensaba que ese sueño tonto de adolescente no podría ser una realidad.

En este momento no puedo sentirme más enamorado que nunca, nunca me sentí así. Quiero verla crecer, tener éxito, cuidar de ella, escucharla y apoyarla por siempre. Y mientras ahora más la puedo ver, caigo en un mar de amor inexplicable. Abrazarla y acariciar su rostro hace que me pueda sentir la maldita persona más afortunada de este planeta. No importa lo que suceda, que tan mal me vaya y que tan destruido me encuentre. Poder ver su rostro, apreciar su sonrisa y sus tiernos gestos me dan unas ganas increíbles de seguir hacia delante. 

Pienso, sueño e imagino momentos siempre con ella. Mi corazón no para de latir más fuerte cada vez que su rostro aparece en mi mente. No importa como, ni que suceda o si el puto mundo se viene abajo. Solo quiero estar a su lado.